miércoles, 5 de septiembre de 2012

LAS FAMILIAS DE PAREJAS SE PARADAS

                                                     
                     LAS FAMILIAS DE PAREJAS SEPARADAS

Cada vez hay un mayor  número de personas separadas o divorciadas que
vuelven a formar una nueva pareja. Sin embargo, el hecho de que aparezcan
ciertas dificultades para la readaptación de los hijos o hijas en la nueva
estructura familiar no significa, necesariamente, que su presencia sea negativa.
Con frecuencia, y a medio plazo, resulta beneficioso para los hijos e hijas que
su padre o su madre encuentren una nueva pareja.
Hay que tener en cuenta que, al principio, los hijos e hijas pueden rechazar a la
nueva figura, cuestionando sus atribuciones y la autoridad que se le pretende
otorgar, ya que pueden percibirle como un rival o presunto sustituto. Tampoco
debe olvidarse que este cambio puede  provocarles inseguridad ya que se
confirma la pérdida de su padre y madre como pareja.
Las decisiones más importantes sobre la educación de los hijos o hijas
deberían ser consensuadas por el padre y  la madre biológicos, lo que no
excluye que se les deba hacer entender que han de cumplir las normas de la
nueva familia. También hay que tener en cuenta que deben poder elegir el tipo
de relación que desean mantener con la nueva pareja de su padre o madre.
Por tanto, no hay que imponerles que le llamen "aita" o "ama", ni criticarles si
se dirigen a él o ella por su propio nombre.
Hay que tener en cuenta las siguientes pautas:
• Dejarles muy claro que, aunque haya una nueva pareja de la madre o
padre, el niño o niña continúa teniendo al padre o madre de siempre y
que no va a perder su afecto y atención.  
• No establecer comparaciones para hacer más simpática la pareja a los
ojos de los niños o niñas. Por ejemplo, evitar decir cosas del estilo: “¿A
qué cocina mejor que aita?”, “¿Has visto que cochazo tiene?”.  
• La presencia del padre o madre que no vive en casa debe ser respetada
y tener un cierto lugar, tanto en las conversaciones, como a través de
fotografías u otros recuerdos.  
• Durante los primeros momentos el niño o niña se puede oponer diciendo
"Tú no eres mi padre o madre". Ante este tipo de frases descalificativas,
conviene responder serenamente diciéndole: "Es verdad, no soy tu
padre o madre, pero a él o ella le gusta que las cosas las hagas así y yo
también creo que es mejor". De este modo, sentirá que  nadie rivaliza
con nadie y se respetan los lugares.
• No sobreproteger al niño o niña ni sentir que debemos compensarle por
el cambio que está pasando. Lo que necesita es apoyo y comprensión,
no permisividad, compasión o culpabilidad.  Resumen
Si después de una separación ya resulta difícil empezar de nuevo, las cosas
pueden complicarse si uno de los miembros o ambos aportan hijos o hijas de la
primera relación. Siempre debe tenerse  en cuenta la realidad de los niños o
niñas ya que son las personas más frágiles de todo este entramado y, si bien
para los adultos encontrar una nueva pareja supone la posibilidad de rehacer
su vida, para ellos o ellas implica un cambio importante y no siempre fácil de
asumir.            
                   
                    


                  Belen Nieves 
 

LAS FAMILIAS SON ETERNAS


                                                                  LAS FAMILIAS SON ETERNAS                                                     



Quisiera dirigirme a todos aquellos que deseen saber acerca de las familias eternas y del hecho de que la familia puede estar junta para siempre.  Hace un año, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (más conocida comoIglesia Mormona) emitieron una proclamación para el mundo concerniente a la familia.  Esta proclamación resume los principios eternos del Evangelio que se han enseñado desde el principio de la historia y aún antes de que se creara la tierra.
La doctrina de la familia tuvo su principio con nuestros Padres Celestiales; nuestra aspiración más elevada es llegar a ser como Ellos.  El apóstol Pablo explicó que Dios  es el padre de nuestro espíritu (Véase Hebreos 12:9).  En la proclamación, leemos esto: “En la vida premortal, los hijos y las hijas espirituales de Dios lo conocieron y lo adoraron como su Padre Eterno, y aceptaron Su plan por el cual obtendrían un cuerpo físico y ganarían experiencias terrenales para progresar hacia la perfección y finalmente cumplir su destino divino como herederos de la vida eterna”.  La proclamación también reitera al mundo el hecho de que “el matrimonio entre el hombre y la mujer es la parte central del plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos” (La familia: Una proclamación para el mundo”,Liahona, junio de 1996, págs. 10-11).
Desde el principio mismo, Dios estableció a la familia y la hizo eterna.  Adán y Eva fueron sellados en su matrimonio por esta vida y por toda la eternidad:
“Y así es le confirmaron todas las cosas a Adán mediante una santa ordenanza; y se predicó el Evangelio, y se proclamó un decreto de que estaría en el mundo hasta su fin; y así fue…” (Moisés 5:59)
“Y Adán conoció a su esposa, y de ella le nacieron hijos e hijas, y empezaron a multiplicarse y a henchir la tierra” (Moisés 5:2).
El Salvador mismo habló de este sagrado convenio y promesa del matrimonio cuando les dio autoridad a Sus discípulos de sellar en los cielos los convenios sagrados que se hicieran en la tierra, diciendo: “Y a ti daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que atares en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16:19).
En éstos, los últimos días, la promesa de la familia eterna se restauró en 1829, cuando se restauraron a la tierra los poderes del Sacerdocio de Melquisedec.  Siete años después, en el Templo de Kirtland, se restauraron las llaves para efectuar las ordenanzas selladoras, según está registrado en Doctrina y Convenios:
“Elías el profeta, que fue llevado al cielo sin gustar la muerte, se apareció ante nosotros, y dijo:
“He aquí, ha llegado plenamente el tiempo del cual se habló por boca de Malaquías…
“…se entregan en vuestras manos las llaves de esta dispensación…” (D. y C. 110:13-14, 16).
La restauración de esas llaves y de esa autoridad del sacerdocio trajo consigo, para todos los que sean dignos, la oportunidad de recibir las bendiciones de una familia eterna.  “Sí, el corazón de millares y decenas de millares se regocijará en gran manera como consecuencia de las bendiciones que han de ser derramadas, y la investidura con que mis siervos han sido investidos en esta casa” (D. y C. 110:9).
¿Qué promesa contienen esos sellamientos que se efectúan en los templos?  El Señor hace un bosquejo de la promesa y de los requisitos en este versículo sagrado:
“Y además, de cierto te digo, si un hombre se casa con una mujer por mi palabra, la cual es mi ley, y por el nuevo y sempiterno convenio, y les es sellado por el Santo Espíritu de la promesa, por conducto del que es ungido, a quien he otorgado este poder y las llaves de este sacerdocio, y se les dice: Saldréis en la primera resurrección, y heredaréis tronos, reinos, principados, potestades y dominios, toda altura y toda profundidad, entonces se escribirá en el Libro de la Vida del Cordero… y estará en pleno vigor cuando ya no estén en el mundo; y los ángeles y los dioses que están allí les dejarán pasar a su exaltación y gloria en todas las cosas, según lo que haya sido sellado sobre su cabeza, y esta gloria será una plenitud y continuación de las simientes por siempre jamás” (D. y C. 132:19).
Según se nos enseña en ese pasaje de las Escrituras, no existen lazos eternos sólo como resultado de los convenios selladores que hacemos en el templo.  Lo que seremos en las eternidades por venir lo determinará la conducta que llevemos en esta vida.  A fin de recibir las bendiciones del sellamiento que nuestro Padre Celestial nos ha dado, debemos obedecer los mandamientos y conducirnos de tal forma que nuestra familia quiera estar con nosotros en la eternidad.  Las relaciones familiares que tengamos en esta tierra son importantes, pero su importancia es mucho más grande en relación con el efecto que tengan en las generaciones futuras de nuestra familia, tanto en la vida terrenal como en toda la eternidad.
Por mandamiento divino, se requiere que los cónyuges se amen el uno al otro más que a cualquier otra persona.  El Señor lo dijo claramente: “Amarás a tu esposa con todo tu corazón, y te allegarás a ellas y a ninguna otra” (D. y C. 42:22).  La proclamación dice: “Por designio divino, el padre debe presidir sobre la familia con amor y rectitud y tiene la responsabilidad de protegerla y de proveerle las cosas necesarias de la vida [Véase D. y C. 83:2-4; 1 Tim. 5:8].  [Por designio divino] la responsabilidad primordial de la madre es criar a los hijos”.  Por designio divino, marido y mujer son socios iguales en el matrimonio y en sus responsabilidades de padres.  Por mandamiento directo de Dios, “los padres tienen la responsabilidad sagrada… de enseñarles [a sus hijos] a amar y a servirse el uno al otro, de guardar los mandamientos de Dios y de ser ciudadanos respetuosos de la leydondequiera que vivan” (Liahona, junio de 1996, págs. 10-11; cursiva agregada; véase D. y C. 68:25-28Mosíah 4:14-15).
Por la importancia que tiene la familia en el plan eterno de la felicidad, Satanás lucha con esfuerzo por destruir la santidad del hogar, por restarle significado a la función del hombre y de la mujer en la sociedad, por incitar a la depravación moral y a las violaciones de la ley de castidad, y por convencer a los padres de que no tienen por qué dar prioridad a su función de tener hijos y criarlos.
La unidad familiar es tan fundamental para el plan de salvación que Dios ha advertido “a las personas que violan los convenios de castidad, que abusan de su cónyuge o de sus hijos, o que no cumplen con sus responsabilidades familiares, que un día deberán responder ante Dios [su Hacedor]… la desintegración de la familia traerá sobre el individuo, las comunidades y las naciones las calamidades predichas por los profetas antiguos y modernos” (Liahona, junio de 1996, págs. 10-11).
Mientras que nuestra salvación personal se basa en nuestra propia obediencia, es de igual importancia que entendamos que cada uno de nosotros es parte importante e integral de una familia y que las bendiciones más altas sólo se pueden recibir en el seno de una familia eterna.  Cuando la familia funciona de la manera en que Dios lo dispuso, las relaciones que se encuentran en ella son las más preciadas de la vida terrenal.  El plan del Padre es que el amor y el compañerismo familiares continúen en las eternidades.  El pertenecer a una familia lleva aparejada la gran responsabilidad de cuidar, amar, elevar y fortalecer a cada uno de sus miembros, a fin de que todos puedan perseverar con rectitud hasta el fin en esta vida y morar juntos por toda la eternidad.  No es suficiente que nos salvemos nosotros mismos; dentro de la familia, la salvación de nuestros padres y hermanos es igualmente importante.  Si regresamos solos a nuestro Padre Celestial, se nos preguntará: “¿Dónde está el resto de la familia?”  Por eso es que enseñamos el concepto de que la unidad familiar es eterna: la naturaleza eterna de una persona se convierte en la naturaleza eterna de su familia.
Los que están en esta vida muchas veces se preguntan sobre la naturaleza eterna del cuerpo y del espíritu.  Todos los que lleguen a vivir en la tierra son miembros de una familia humana e hijos eternos de Dios, nuestro amoroso Padre Celestial.  Después de nacer y de gustar la muerte en esta vida, todos seremos resucitados gracias a la Expiación de Jesucristo, el Hijo Unigénito de Dios el Padre.  Según la obediencia que demostremos, en forma individual, a las leyes, a las ordenanzas y a los mandamientos de Dios, todo ser mortal podrá tener la bendición de alcanzar la vida eterna, o sea, de volver a vivir en la presencia del Padre Celestial y de Su Hijo Jesucristo, teniendo simiente eterna por siempre jamás.  Al entrar en los sagrados convenios de las ordenanzas del templo y guardarlos, las personas pueden regresar a la presencia de Dios y reunirse nuevamente con su familia para la eternidad.
El hogar es el lugar donde se nos educa y se nos prepara para la vida terrenal; también allí nos preparamos para la muerte y para la inmortalidad por la creencia y comprensión que tenemos de que hay vida después de la muerte, no sólo para las personas en forma individual, sino también para las familias.
Al observar a los miembros de la Iglesia que aplican a sí mismos y en su hogar los principios del Evangelio cuando enfrentan la adversidad, aprendemos algunas de las lecciones más grandiosas de esos principios sobre la naturaleza eterna de la familia.  Este año pasado he presenciado las bendiciones de gozo que reciben los que honran y veneran las enseñanzas del Evangelio acerca de la familia eterna en tiempos de adversidad.
Hace unos meses tuve la oportunidad de ir a visitar a un hombre a quien le habían diagnosticado una enfermedad fatal.  Como devoto poseedor del sacerdocio, se enfrentaba con la realidad de nuestra condición mortal.  Sin embargo, encontró fortaleza en el ejemplo de la oración del Salvador, cuando dijo: “Vosotros, pues, oraréis así: …Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:9-10).  Mi amigo cobró valor sabiendo que Jesús, al tener que soportar un dolor y una agonía increíbles en el huerto de Getsemaní, mientras consumaba el sacrificio expiatorio, pronunció estas palabras: “Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad” (Mateo 26:42).
Mi amigo pudo aceptar la frase “Hágase tu voluntad” al enfrentar sus propias penosas pruebas y tribulaciones.  Siendo un fiel miembro de la Iglesia, se le presentaron serios interrogantes.  Conmovedoras en especial fueron sus preguntas: “¿He hecho todo lo que debía para perseverar fielmente hasta el fin?  ¿Estará mi familia preparada para permanecer fiel y ser autosuficiente después que yo ya no esté?”.
Tuvimos la oportunidad de analizar esas tres preguntas, las que tienen una respuesta clara en la doctrina que enseñó nuestro Salvador.  Hablamos de la forma en que había vivido esforzándose por ser fiel, por hacer lo que Dios le pidiera, por ser honrado en sus tratos con los demás y por atender y amar a su familia.  ¿No es eso lo que quiere decir perseverar hasta el fin? Hablamos de lo que pasa inmediatamente después de la muerte, de lo que Dios nos ha enseñado sobre el mundo de los espíritus, que es un paraíso, un lugar de felicidad para los que han tenido una vida de integridad.  No es nada que debamos temer.
Después de la conversación, llamó a su esposa y a su familia –hijos y nietos – para que se reunieran a fin de enseñarles nuevamente la doctrina de la Expiación, de que todos resucitaremos.  Todos comprendieron que, tal como el Señor lo ha dicho, aunque haya pesar por la separación temporal, no hay dolor para los que mueran en el Señor (véase Apoc. 14:13; D. y C. 42:46).  La bendición que recibió le prometió consuelo y la seguridad de que todo iría bien, que no tendría dolor, y que dispondría de un poco más de tiempo con el fin de preparar a su familia para su ausencia, e incluso que sabría de antemano cuándo le llegaría el momento de partir.  La familia me contó que la noche antes de morir, él les dijo que al otro día se iría; a la tarde siguiente falleció en paz, con sus seres queridos junto a sí.  Ésos son el solaz y el consuelo que recibimos cuando comprendemos el plan del Evangelio y sabemos que la familia es eterna.
Esto que he relatado lo podemos comparar con algo que me ocurrió cuando era un joven de poco más de veinte años.  Mientras prestaba servicio en la Fuerza Aérea, uno de los pilotos de mi escuadrón se estrelló en una misión de capacitación, y murió.  Recibí órdenes de acompañar en su último viaje el cuerpo de mi camarada caído, para ser sepultado en Brooklyn, Nueva York.  Tuve el honor de estar junto a su familia durante el velorio y el funeral y representar al gobierno en la entrega de la bandera a la desolada viuda, junto a la sepultura.  El servicio fúnebre fue tétrico y deprimente; no se hizo mención a su bondad ni a sus logros; nunca se pronunció su nombre.  Al finalizar los servicios, la viuda se dirigió a mí y me preguntó: “Bob, ¿qué le pasará realmente a Don?”  Entonces pude hablarle de la sublime doctrina de la Resurrección y de la realidad de que, si se bautizaban y si se sellaban en el templo por esta vida y toda la eternidad, podrían estar juntos eternamente.  El clérigo que estaba a su lado dijo: “Ésa es la doctrina más hermosa que he oído en mi vida”.




                                 Belen Nieves

LA FAMILIA EXTENSA


                                                                  Las familias extensas
                     
La familia extensa tiene diferentes significados, que detallo a continuación:
  • Por un lado el términofamilia extensa se lo utiliza como sinónimo de familia consanguínea.
  • Por otra parte, alude a una red de parentesco que tiene una extensión que trasciende el grupo familiarprimario.
  • En tercer lugar la familia extensa alude a una estructura de parentesco que vive en un mismo lugar y se conforma con miembros parentales de diferentes generaciones.
La familia extensa tiene además las siguientes características:
  • En este tipo de familia existe una red de afines, que tiene una participación como comunidad cerrada. 
  • Incluye a padres, hijos, hermanos de los padres con sus propios hijos, abuelos, tíos abuelos, bisabuelos (generaciones ascendentes)
  • Puede llegar a abarcar parientes no sanguíneos como por ejemplo, los medio hermanos, los hijos adoptivos o putativos.
Existen culturas en las que la familia extensa es una forma básica de unidad familiar. Allí sucede que cuando una persona transita su desarrollo hacia la adultez no hay necesariamente una separación de sus padres o parientes. Al crecer, la persona pasa a integrar los ámbitos más amplios de los adultos sin separarse de la comunidad.


                                                                                                          Belen Nieves







La familia nuclear

                                                                      LA FAMILIA NUCLEAR

 La familia nuclear está formada por un padre, una madre y sus hijos biológicos, la diferencia a la familia extendida, de la nuclear, es que en esta abarcan otros parientes, también se le conoce como círculo familiar. La familia se ha venido representando como  una vital proveedora de amor y protección del mundo industrializado, en donde, la mujer representa a la madre amorosa, cariñosa y comprensiva, y el hombre como un padre que da  protección.

            La idea de protección familiar he venido decayendo por que la sociedad civil cada vez más oculta sus conflictos. La estructura familiar de los tiempos de anteriores fueron más estables y felices, existían pocos divorcios. Hoy en día muy pocas sociedades muestran un apego a ese tipo de familia.
            La familia ya no se presenta como perfecta en la economía moderna.La mujer ha roto las fronteras, desprendiéndose de su familia, saliendo al mundo del trabajo, al mismo tiempo tratando de mantener sus funciones tradicionales como madre, esposa y ama de casa. La incorporación femenina se encuentra sujeta a una doble jornada laboral. Este hecho ha causado toda una revolución social, el papel del hombre como principal portador económico del hogar, esta perdiendo poco a  poco su significado.
            Sin embargo, el hombre ha tiendo que asumir parte de las tareas domesticas, que antes tenia la mujer, para que ambos tengan trabajo retribuido.
            Aunque la mayoría de los hombres rechazan esta labor, por su machismo, teniendo que acudir a las instituciones privadas o publicas que brindan apoyo a las personas en dicha situación.
           
            “Si bien las mujeres hemos iniciado una verdadera "revolución silenciosa" en el interior de nuestras familias y de nuestras carreras laborales, es necesario que también los hombres realicen su "revolución silenciosa" en los vínculos familiares y conyugales, y que también forme parte de la subjetivación del género masculino el trabajo de amar y cuidar”.




                                                                                                                  Belén Nieves